Ridículo postelectoral


El 20D los ciudadanos españoles deciden ponerles las cosas un poco difíciles a los políticos, haciendo que suden un poco la camiseta para cobrar sus desmesuradas nóminas. No hay mayorías suficientes para formar gobierno; se impone el parlamento y el pacto. El problema es que sus Señorías no están acostumbradas a estos dos conceptos en las cuatro décadas de presunta democracia que nos rige desde 1978. O el rodillo o el compadreo. El problema es que el compadreo lo mató el PP en su última mayoría absoluta, que empleó de tal modo que hizo buena la de Aznar en su día.

El rey, demostrando que es tan florero como su padre, se limita a repetir el único movimiento que conoce: encargar la formación de gobierno al candidato del partido más votado independientemente de que sea el más aislado de la cámara, lejos de otros de poder formar coalición. Denota un alejamiento alarmante de la realidad social y política y que el jefe del Estado solo sabe comportarse según el manual de instrucciones y los asesores mandan.

El PSOE sigue enfrascado en su lógica esquizofrenia interna, la de un partido que se dice de izquierdas pero que entró de lleno en el sistema de la realpolitik en Suresnes, notándose más que nunca que su discurso va por unos derroteros y sus actos por otros. Un partido de izquierdas no tendría el menor problema en pactar con Podemos las medidas esenciales de reparación social, pero el hecho de que haya barones (y demos por hecho que es normal) por un lado, un aparato político por otro y una militancia que va por su propia vía debería alarmar a cualquiera con dos dedos de frente: el PSOE no es el partido que puede reparar los daños del neoliberalismo.

Está por ver que Podemos sí lo sea, demasiado ocupado en un tacticismo cargado de ingenuidad institucional que transmite al electorado la sensación de que pierde el tiempo escenificando lo que todos ya sabíamos. El tiempo de los actos simbólicos ha pasado. Si de verdad hay voluntad de pacto y no solo de desgaste del enemigo al que se aspira a sustituir en el espectro político, es momento de demostrarlo facilitando las vías sin necesidad de ejercicios arrogantes ante los medios. Sí, ya sabemos que en votos van parejos al PSOE, y ahí debería quedarse.

Todo esto en un contexto donde se nos recalca que la mayor urgencia del país es mantener la unidad política, como si fuese lo que más preocupa al ciudadano de a pie, y como si realmente estuviese en riesgo desde unos planteamiento periféricos frágiles en el mejor de los casos. A este problema cebado como pocos se aferran los partidos, en especial Ciudadanos (un teórico partido bisagra de manual) para justificar el inmovilismo y la falta de propuestas para la vida real.

Pero más lamentable es que, habiendo un partido (Podemos) que sí aspira a poner en práctica medidas atrevidas que rompan el ciclo de la plaga que nos asola, todos los demás tengan como condición previa no dialogar con ellos, como si el guion viniese dado de más arriba, agotadas las medidas para cerrar las puertas a una ciudadanía que irrumpe en las instituciones a través de un partido que aún no ha sido tocado por la experiencia de poder y sus lacras. De este modo, la situación se enquista, el bloqueo persiste y los políticos permanecen impasibles ante la demostración material de que no saben hacer su trabajo si no se les da mascado de fábrica. Señores, los tiempos del iPad, el coche oficial y apretar un botón el día del pleno han pasado. Los ciudadanos vigilan más cerca que nunca y estas cosas no las personarán.

Todo este revuelo, especialmente la preocupación que demuestran últimamente medios e instancias de todo pelo hacia Podemos, arroja pistas interesantes: hasta ahora nadie había visto comprometido el statu quo del poder. Como dije, el PSOE era (y es) un cuerpo con dos almas (una cada vez más marchita), bien apalancado en las bondades del sistema. El PP es el sistema, poco más que añadir. Ciudadanos ha demostrado ser el resorte antipodemos del sistema, hablando mucho de nueva política, pero presto a pactar con ella por todas parte para aislar al auténtico exponente de dicha nueva política, empleando los modos de la política de toda la vida en la que, no nos engañemos, tienen sobrada experiencia en el tubo de ensayo catalán. IU siempre estuvo ahí, pero en una época de adormecimiento colectivo todos sabían que nunca tuvo posibilidades reales de satisfacer la demanda de cambio real, ya que el electorado la percibe como una formación a caballo entre el sistema y la protesta callejera sin más trascendencia.

Se huele, pues, el miedo en los salones opacos del poder. Se ha movido mucho la cosa, y si no han parado de instigar el miedo irracional del vulgo es porque deben de manejar datos que indican un mayor auge de Podemos y un asentamiento definitivo de la denuncia hacia los abusos en el subconsciente colectivo. Nadie quiere elecciones anticipadas porque el resultado podría acabar de destrozar los esquemas establecidos y zarandear las paredes de esos salones opacos del poder. De hecho, es posible que la democracia en sí misma, tanto tiempo ha secuestrada por la teoría del pensamiento único, empiece a ser un estorbo que la acabe abocando a su extinción eventual "por nuestro propio bien".

Por ello, los políticos y sus amos invisibles prefieren que el país siga dando un espectáculo de ridículo lamentable, empezando por el propio rey, antes que dar posibilidad de que pueda formar gobierno una mayoría real de cambio. Mientras la legislación siga en manos de una posible mayoría en este sentido, todo puede revertirse, desde las puertas giratorias hasta los recortes sociales, y eso no es bueno para los que están haciéndose multimillonarios en este escenario.

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