La dignidad de la UE vale 3.000 millones


Los fundadores de la UE establecieron que esta institución supranacional no fuese una mera organización de Estados, sino que encarnase una serie de valores y principios ejemplares para el resto del mundo y condicionantes para cualquier aspirante a formar parte de este club. A esto se le vino a llamar "acervo comunitario", básicamente un estricto respeto al imperio de la ley, los principios democráticos, la vocación de igualdad entre los pueblos y la sujeción a los derechos humanos. Y no es baladí, toda vez que, en los últimos tiempos, la institución pervive como un esqueleto vacuo ahora que ha renunciado a estos principios en aras de un frío pragmatismo con vistas a proteger a sus nuevas élites neoliberales.

Ya veníamos sospechando esto desde hacía tiempo, pero no ha sido hasta que el drama de los refugiados sirios ha llamado a nuestras puertas que la carta de defunción de la UE se ha hecho lápida de mármol. Hace años, si no décadas, que Turquía se postula como candidato a la adhesión, pero nunca se ha avanzado en este sentido porque las instituciones europeas siempre han sospechado que este país no cumple con las condiciones del acervo comunitario. Aparte de que no tenemos muchos elementos culturales comunes, el caso es que, y más desde la llegada del gobierno de tintes islamistas a Ankara, Turquía se ha ciscado en todo principio de ética de los derechos humanos, se dedica a bombardear como siempre a las minorías kurdas, atenta contra los opositores, monopoliza las instituciones y los medios de comunicación desde el partido del gobierno y probablemente no respete los mínimos humanitarios que se pueda exigir a cualquier Estado hacia su propio pueblo y las minorías que lo circundan.

Por si no fuera poco, Turquía es un actor proactivo y fundamental en la dramática situación que corre Oriente Próximo en cuando a que sirve de trampolín de venta del petróleo de Daesh (ISIS) y quiere aprovechas el tumulto en la región para ganar una influencia inmerecida en la destartalada Siria. Si bien es cierto que ningún estado con intereses geopolíticos en una zona de conflicto es un santo, Turquía tiene más pecado aún al dar balones de oxígeno a uno de los movimientos terroristas subvencionados por Occidente (entre otros).

Y es a este país al que, ahora, la UE acude no para que rectifique su comportamiento de dudosa ética, sino para que sirva de tapón para la ingente marea de refugiados que el propio Occidente, por activa o por pasiva, ha provocado merced a su torpe y desinformada política hacia la realidad de Oriente Próximo. Lejos de reparar sus propios dislates, la UE se contentan con poner una tirita de 3.000 millones de Euros, que es lo que va a pagar a Turquía para parar a los desesperados que huyen de una guerra financiada y armada desde este lado del Mediterráneo (entre otros).

Un gesto de enorme hipocresía, al que sumamos el desbloqueo de las negociaciones de adhesión a la UE, saltándonos todo principio básico del acervo, dejando pasar a un islamismo moderado que no deja de ser un totalitarismo de corbata a cambio de quitarnos de encima una molestia que ni vemos como humana. Son 3.000 millones de euros que los españoles hemos tenido que recortar, por ejemplo, de nuestra educación y sanidad, para que vayan a parar a quienes ejercen auténticos despropósitos en la región de Siria y el Kurdistán. A eso se ha reducido la UE.

Se nos ocurren muchas cosas que podrían hacerse con ese dinero, como por ejemplo propiciar unas condiciones de acogida dignas para unos refugiados que, entre otras cosas, son personas altamente preparadas que podrían ayudarnos a paliar nuestra negativa tasa de natalidad. Es más, podrían el día de mañana ayudar a reconstruir una Siria próspera y laica muy necesaria hoy en día en una región cada vez más radicalizada por las políticas inauguradas por el lamentable Trío de las Azores.

Pero de nada sirve imaginar lo bien que se podrían hacer las cosas en una UE depauperada de lo que en su momento le dio el pedigrí, cercenadas sus instituciones por la intrusión de halcones neoliberales que la dirigen (nos dirigen) directamente desde los gabinetes de Merkel, saltándose a la torera la infraestructura política de la Unión que tanto dinero nos cuesta mantener a los ciudadanos de a pie.

Para este desenlace no hacían falta alforjas. Y a quién le importa ahora que los padres de la Unión se revuelvan en sus tumbas viendo cómo repetimos desvergonzadamente los mismos errores del pasado.

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