Transición a la precariedad


España despide a tantos científicos como contrata camareros. No es que el oficio del camarero y el sector de la hostelería lo merezcan, pero hemos de admitir que la estacionalidad de nuestra primera industria no es el mejor garante para un empleo cimentado y de calidad. Quiero creer que toda nación busca la optimización y la mejora, y el que tengamos un sol y unas playas envidiables no debería quitar que pugnásemos por ser líderes en energías renovables, I+D+I o el sector médico (hasta ahora éramos de lo mejor del mundo en transplantes).

Tomémoslo como un exponente del momento laborar que vivimos. Eso obedece a dos (probablemente más) intenciones, una a corto y otra a largo plazo. La intención inmediata es puramente política. Queremos generar cuantos más empleos precarios lo antes posible para ir preparando las elecciones municipales, regionales y estatales que se atisban por el horizonte. Bien es sabido que la agenda política puede retorcer el sentido común y las necesidades lógicas de una coyuntura para satisfacer las encuestas de intención de voto. Es como dar medallas a las víctimas de un accidente, pero sin dejarlas pasar, para el resto de la población vea por la tele lo majos que son y, si acaso, les voten. No quiero entrar en la precariedad de la lógica política, más dedicada a la mercadotecnia del voto que al servicio del bien común, porque nos daría para varias entradas como esta.

La segunda intención, más estirada en el tiempo, pretende con este fenómeno lo mismo que se perseguía con la primera reforma laboral de la que Rajoy presumía en Europa nada más estrenarse en La Moncloa. "Me van a montar una huelga general", decía, dándose golpes de orangután en el pecho. Vivimos un cambio radical de modelo económico y, por ende, de trabajo. La crisis ha sido la gran coartada para que se ratifique la caída del Muro de Berlín en todas sus facetas, o lo que es lo mismo: la victoria del discurso liberal que no tiene en cuenta a las personas tanto como a las cuentas de resultados.

Ahora vemos que, al parecer y estacionalidad mediante, los datos de empleo son bueno. Generamos, dicen, más empleo neto que nunca en los útltimos tiempos y nos paramos ahí. Cantidad. Mucha cantidad. Pero de la calidad no queremos hablar porque empañaría esas encuestas de intención de voto de las que hablaba antes. No nos engañemos; esta crisis ha sido una transición necesaria para matar el modelo labora previo e instaurar el nuevo. No es que el anterior fuese especialmente dignificante para el trabajador, pero si lo comparamos con el actual, y a la espera de la nueva reforma laboral que lo arreglará más todavía, cualquier tiempo pasado nos parece mejor. En España se dan fenómenos inéditos desde la postguerra: empleados que, a pesar de un salario, son pobres y han de recurrir a la beneficencia. La política laboral de este Gobierno es como su política sobre el aborto: te obligamos a tener un hijo que luego no te ayudaremos a mantener; te obligamos a aceptar un trabajo mal remunerado y precario que luego no te compensaremos desde el Estado del bienestar porque cosas como la Ley de Dependencia no son sostenibles. ¿Y quién dice que la protección social de un Estado deba ser sostenible, o siquiera rentable? Pues quienes lo gestionan como si fuese una empresa y, de paso, se dedican a lamer el borde de unos cuantos sobres.

No nos engañemos, insisto, pues en el futuro se generará empleo, que nos quede claro. Las cifras se irán recuperando y cada vez habrá más jóvenes compaginando dos o tres empleos para llegar a fin de mes, desterrada toda ambición de formarse académicamente, que para eso ya están los hijos de los ricos que no necesitan becas. Habremos enterrado a la generación de "privilegiados" laborales que "vivían por encima de sus posibilidades" para crear otra de esclavos remunerados que, como dice Marhuenda, estarán encantados de cobrar 500 euros por un trabajo que ni siquiera te aseguran.

Por eso os insto a que cada vez que surjan los datos de la EPA y salga la ministra de Trabajo congratulándose porque se genera empleo, nos preguntemos a continuación qué tipo de empleo. Porque no todo es cantidad, sino también calidad. Y creo que no es aspirar a un lujo querer que las personas que sostienen a esa casta empresario-política puedan realizarse dignamente, satisfechas sus necesidades básicas. Con razón dicen que ahora con un crecimiento cercano al 1% se genera empleo, ya que asistimos a una transferencia brutal e inédita de la renta del trabajador a la empresa, que con un mínimo esfuerzo en política de bienestar laboral puede engrosar su parte del PIB.

Estamos a tiempo de denunciarlo, de luchar, de pararlo. Pero sepamos que no siempre será así. Llegará un momento en el que los niños de ahora serán adolescentes y jóvenes adultos en busca de empleo que jamás conocieron la dignidad en el trabajo y solo experimentaron la barbarie económica que nos asiste. Esos futuros trabajadores, carentes de la memoria de un tiempo mejor, aceptarán lo que les echen mientras que el Estado del Bienestar se habrá convertido en una batallita más del abuelo. Si no lo detenemos ahora, habrán ganado sin paliativo y sin cuartel. Ellos no hacen prisioneros.

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