Anacronismos

Mientras el cura de un recóndito pueblo de Tarragona recitaba los viejos encantamientos para bendecir el agua, yo reflexionaba sobre la religión. Es algo mágico, serio pero mágico, las iglesias, la gente que va a rezarle a un dios omnipotente, las personas que creen y las que creen que creen. Este post toma como referencia el cristianismo, situándolo en el centro de la escena y obviando a las demás grandes religiones del momento.



Históricamente hablando, la iglesia y la religión han servido de apoyo para las almas inquietas. Me viene a la mente el típico científico medieval que, a pesar de todo lo que le dictara su propia razón, creía ver en los patrones de la naturaleza cierto carácter mágico. Si bien la religión ha funcionado como acicate para personas que ansiaban respuestas, también ha servido de potente pilar para los poderosos.

Este es el tema interesante, el núcleo duro de toda argumentación e investigación histórica sobre la religión. La égida del crucifijo y la misa ha cubierto y ayudado a las clases dirigentes en los últimos mil setecientos años, desde que un augusto emperador romano decidió que aquello le ayudaría en su mandato -lo que mucha gente desconoce es que Constantino se convirtió sólo en su lecho de muerte, no cuando declaró que el cristianismo era la religión imperial-.  La teoría de la doble espada tampoco ha ayudado mucho a la humanidad, teniendo en cuenta que la curia y los nobles se repartían las áreas de poder e influencia sobre la sociedad sin pisarse siquiera la manguera, hablando vulgarmente.

¿Y qué hay del ahora? Como decía al principio, escuchaba al cura recitar las viejas letanías y a poca gente responder... de hecho, los que respondían, parecían casi avergonzarse. Quizás se den cuenta de que no es una institución tan necesaria como lo era antes, que ya no soporta la moral del ciudadano (aunque está en sus bases, eso es indudable), que es una institución anacrónica que sólo sirve para una porción diminuta de la sociedad, etc.

Ahora que parece que el debate sobre la república está en boca de todos, deberíamos fijarnos en algunos aspectos clásicos de la conflictividad entre república y otros modelos de estado. La iglesia siempre se ha interpuesto entre el ciudadano y su derecho a decidir la forma en la que sus gobernantes gobernaban (valga la redundancia), ahora permanecen callados, aislados, sudorosos y con miedo. Quizás una república los destruya más profundamente que a la monarquía, quizás sea el golpe de efecto que el laicismo más crudo e irresponsable espera con desenfreno. Y sí, digo laicismo crudo e irresponsable porque no nos olvidemos de una cosa: la religión siempre caminará al lado de los pueblos, de una forma u otra, así que no se puede extirpar del todo de la sociedad, no creo ni que eso fuera positivo.

En resumidas cuentas, ya sé que no es un debate de actualidad, que la religión ocupa cada vez menos y menos tiempo y pensamiento en la mente de los ciudadanos, pero quizás habría que darle un repaso y no cerrarnos con los tópicos tanto de ateos como de creyentes. ¿La religión es necesaria? ¿No lo es? ¿Cumple algún papel determinante en la sociedad? ¿Debemos seguir apostando dinero público por una institución en franca retirada de la realidad? ¿Hay alguna institución similar que deba ser replanteada?

Supongo que a muchos, muchas de las respuestas a estas preguntas les parecerán, cuanto menos, claras como el agua. 

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  1. Es irónico que las sociedades avanzadas aún se rijan por los ecos de tiempos más supersticiosos, pero es lo que hay. Como dices, no se puede extirpar y lo suyo es que cada esfera, la pública y la religiosa coexistan de la mejor manera. Eso sí, el ámbito religioso debería ser estrictamente privado. Lo de pontificar mejor lo dejamos para tiempos pretéritos.

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